Un deporte peligroso (Marrakesh, Marruecos) | Por Marisol González Nazábal
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(Originalmente publicado en www.revistamagna.com.ar) En la publicación de
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Muchos se resisten a las nuevas reformas de
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(Originalmente publicado en www.revistamagna.com.ar) Venus, Cleopatra y María. Coco, Marilyn y Madonna. Anónimas y reconocidas, las mujeres a través de la historia hemos desempañado un papel singular que aún permanece en transformación.
Por Yasmín Suyay Jalil
Históricamente el mundo ha sido guiado por hombres que marcaban el rumbo y tomaban las decisiones importantes. Mientras tanto, las mujeres jugaban un papel pasivo, limitado a los confines del hogar y bajo la aprobación de los hombres de su familia. Sin embargo, cada vez más fuerte, cada vez más rápido y cada vez en más aspectos, las mujeres estamos teniendo nuestro propio lugar. Los íconos del talento color rosa se multiplican, la independencia económica es moneda corriente y las mujeres elegimos, no necesitamos, un hombre con quien estar.
Las mujeres estamos avanzando. Cuando miramos en retrospectiva se ve que los pasos dados son en realidad zancadas gigantes. Usamos pantalones que incluso se imponen como prenda de la temporada, leemos aquello que es de nuestro agrado sin pedir permiso, votamos, tenemos propiedades a nuestro nombre y no perdemos el apellido al casarnos. Pero aún hoy, la sociedad en sus expresiones más simples no considera igual la acción de un hombre que de una mujer.
Pese a la lucha, el mundo no es igualitario. Hombres y mujeres no somos iguales. La igualdad es un concepto abstracto: todos y cada uno somos en realidad individuos, seres particulares y diferentes más allá de uno u otro sexo. Reitero, hombres y mujeres no somos iguales pero tampoco lo son uno y otro hombre; una mujer y su vecina, ella y la partera que la vio nacer. La clave de esta cuestión, que enarbola una larga historia de lucha contra la discriminación de género, está en lograr que las diferencias no sean excusa a la hora de limitar la libertad o juzgar despectivamente un modo de actuar.
La igualdad, si puede afirmarse, es una norma escrita cuya lucha tiene larga data. Alcanzar la igualdad jurídica es un primer paso, es la forma de obtener el aval para actuar. Pero los cambios más profundos en la mentalidad de la gente llevan más tiempo.
Las mujeres ocupamos cargos jerárquicos en multinacionales, somos capaces de dirigir un país, expresamos ideas y elegimos. Manejamos nuestros propios autos y vivimos solas. Las hay artistas, periodistas, arquitectas, abogadas, medicas, ingenieras, profesoras y bioquímicas. Pero muchas veces, aun hoy, el talento femenino sorprende.
Contra los resabios de arcaicos mandatos de género, las mujeres by siglo XXI buscamos el éxito en el ámbito público y no sólo entre las paredes de nuestro hogar. Estos cambios en el rol social de la mujer, afectan también lo que sucede puertas adentro. Una niña que se está convirtiendo en adulta, ya no sólo aspira a desarrollar habilidades para las tareas del hogar. Los niveles educativos y la inserción en el mercado laboral hacen que la mujer actual imagine su futuro haciendo algo más que preparar una cena exquisita o coser vestidos. Sin embargo, esto no significa que la idea del matrimonio y la maternidad se hayan perdido. Las mujeres de hoy no resignan la felicidad de una familia por el desarrollo personal, sino que buscan complementar ambos roles.
Como todo en la sociedad, en una familia las tareas se dividen. Tradicionalmente el hombre se encargaba de la protección y el abastecimiento del hogar, mientras las mujeres permanecían dentro para cumplir con tareas cotidianas como cocinar, limpiar y criar hijos. Hoy ambos sexos salimos a la jungla en busca del pan y la realización personal. Hombres y mujeres volvemos cansados, después de un día duro y con ganas de descansar. Naturalmente, las tareas hogareñas también necesitan estar más divididas y son cada vez más los hombres que entienden que lavar los platos no es una acción deshonrosa. Las mujeres somos madres, profesionales, jefas de cocina, esposas sexies y madres tiernas. Y ante todo las mujeres, igual que los hombres, somos personas, con aspiraciones, derechos y libertades propias. Cuidar la familia y mantener un hogar es un trabajo que se hace todos los días, en forma conjunta y colaborando incluso en los aspectos que a la tradición masculina pueden parecer pequeños.
Hombres y mujeres, en definitiva, somos distintos y es esa la belleza que permite la unión y complementariedad. El concepto que aún falta asentarse en la mentalidad social es que no somos mejores ni peores. Somos distintos pero en capacidad, potencia y talento hombres y mujeres somos iguales.
Un hombre se encuentra postrado en una mecedora desde hace dos años. Nada menos que 730 días. 17250 horas. La depresión lo ha hecho bajar de peso de manera incontrolable y las patas curvadas de la que ha sido su silla, cama y retrete durante todo ese tiempo están gastadas de
tanto balancearse, una y otra y otra y otra vez. Su mujer, que desde hace mucho se debate entre dejar o seguir aguantando esa situación decide, a pesar de su incredulidad, seguir el consejo de una vendedora de ropa que había pasado por una situación similar con su hermano y llamar a una psicóloga. Ella sabía perfectamente que su esposo deseaba estar bajo tierra, sin embargo hace
una última apuesta y disca el número correspondiente. La señora, sorprendentemente gorda, se presenta en el domicilio a la mañana siguiente. Con paso firme, camina hacia la mecedora donde aun descansaban los huesos del pobre cristiano y le pregunta: “¿Cómo está?”. El hombre, por pura costumbre responde “Bien”. Luego de este burdo cruce de palabras, la profesional decide atacar: “¿Así que usted se quiere morir?”, dispara. Su interlocutor la mira pensativo y responde
“Pues, ¿la verdad? Sí, no veo
motivos por los cuales vivir”. “Muy bien, se lo voy a hacer muy fácil, para que ya no sufra más, y para que también termine el padecimiento de su esposa y de sus hijos. En mi cartera tengo un revólver, si tiene la valentía, yo se lo doy y se vuela la cabeza
aquí y ahora. ¿Para que esperar tanto a que le llegue la muerte, si puede provocársela usted en este mismo instante?”. El hombre la miró, su rostro se descompuso y los ojos se le inundaron. A los pocos segundos se levantó de la mecedora.
Luego de varios acontecimientos y de numerosas y largas charlas con amigos varios sobre diferentes sucesos cotidianos y no tanto, he llegado a una obvia pero nada desechable conclusión: la vida es demasiado corta para estar pensando en que la vida es demasiado corta. En serio.
Voy a hacer lo que no quiero
Voy a leer lo que no me interesa
Voy a comer lo que no me gusta
Sólo para saber y sentir
Lo lindo que es hacer lo que se quiere
Leer lo que interesa
Y comer lo que agrada
Voy a reunirme con mis enemigos
Voy a limpiar toda mi casa
Voy a tolerar a la vieja de arriba
Sólo para valorar y admirar
Lo lindo de reunirse con los amigos
De ensuciar la casa cuanto se quiera
Y de charlar con la vecina de enfrente
Voy a dejar de llamarte
Voy a llorar a los gritos
Voy a matar al portero
Sólo para creer y recordar
Lo lindo que es hablarte
Reír a carcajadas
Y saludar a ese indiscreto